
Tenía las miras más altas.
Quería una compañía de las grandes, una TOP.
Y la verdad es que la mayoría de los días creía en sí misma…
… pero no todos.
Algunos días y alguna noches llegaban los fantasmas del “y si no valgo” “y si no puedo” o si la mala suerte se cebaba con ella y volvía a fallar otra vez unas pruebas.

Y lo peor era que se le notaba, se le escapaba la negatividad por los poros, y a su alrededor salía a flote que no estaba a gusto, que en definitiva no era feliz.
En las redes todo el mundo parece triunfar, pero en la vida real las cosas eran bien diferentes.
Envías un CV y no hay respuesta, vas a las pruebas y no siempre pasas.
Cuando no pasas no te dicen nunca el porqué, así que las opciones de mejorar zonas débiles son menores.
Y todo en un ambiente de competencia, de esfuerzo y de trabajo duro, pero sin alegría.

Hasta que se cruzo con aquellos tipos…
Volaban, y estaban contentos.
Absorbían los golpes de la vida y de la aviación con alegría, con más fuerza que los demás, casi con humor (o sin casi) y tenían un puntito rebelde, que generaba ganas de unirse.
Habían hecho casi de todo y aún así, les iba bien, como si los vaivenes de la aviación no fueran con ellos o mas bien como si supieran navegar los altos y los bajos tranquilamente.
Lo mejor era que se te pegaba esa sensación, ese vivir en el proceso, en las pruebas, en las entrevistas y en los entrenamientos.
Ese ambiente distendido no quitaba un ápice de profesionalidad.
Conocían su materia, sus procedimientos y sus aviones, y lo transmitían.
Y poco a poco fue cogiendo confianza en si misma, disfrutando del proceso, convirtiéndose en uno de ellos, y las pruebas llegaban y salían y en cuestión de meses tenía donde elegir.
Y lo mejor, estaba contenta. Buenas sensaciones, como aquella gente.
Gente que volaba cielos pacíficos.
Gente QrewMentor.
Enrique. QrewMentor Team.
